martes, 23 de julio de 2013

Mañanas de enero, contemplando



Silenciosa mañana 
que me invita a la quietud
y sin embargo mi mano
no puede parar
es como si adentro algo
dictara, y de ahí surgieran
letras y palabras
partes y más partes se nombran
se saludan. La Presencia está 
y acompaña, los otros, el afuera,
los pájaros,
todo tiene su lugar
y yo también.

de la serie Palabras, de Poemas del Viento, Cecilia Burgos, 2012



Las mañanas de enero me han llevado a un estar contemplativo de la actividad de mi pequeño jardín. El sol se va abriendo camino y deja entrever una gran telaraña que de perfil a donde estoy ubicada se impone con su belleza, y pequeños destellos de luz que la recorren. Se ve a su anfitriona muy atareada subiendo y bajando y subiendo, ajustando sus hilos para que firme esté durante la jornada. Ritual que se repite cada mañana y me trae admiración hacia la constancia y perseverancia del arácnido.
Mi atención se ve atrapada más tarde por la visita de un colibrí, su aleteo incansable, que lo hace parecer casi estático frente a ese pequeño néctar que quiere encontrar, en ese pimpollo, en esa flor que se esconde detrás del jazmín japonés. Si bien aparentemente no hay flores que lo puedan atraer, al menos a simple vista, se las ingenia para encontrar algo en cada rinconcito que sobrevuela.
Y para mi deleite en una de sus excursiones entró en el jardín de invierno que tenemos junto al jardín, y se posó sobre una macetita llena de diminutas flores violetas que lamentablemente no conozco por nombre solo por su extremada delicadeza y sutileza. Se interesó en ella, pero parece que no era lo que estaba buscando. Voló certero hacia la salida.
Otro día una mariposa naranja desplegó su encanto sobre el verde intenso después de la lluvia. Y también se animó a entrar. Cuando esto sucede, algo se acelera en mi corazón, al percibir por un lado esa integración de la naturaleza viva dentro de mi hogar, y a la vez, el temor de que no encuentre la salida y me imagino posibles soluciones para salir en su auxilio. La espera es lo que más resulta. Solas resuelven el misterio y encuentran el aire libre que las llama a la libertad.
Cuántos visitantes, y cuánta vida hay en el jardín! Es en estos momentos de pausa, donde quizás mientras desayuno, se produce este milagro cotidiano. Celebro que podamos encontrarnos y reconocernos.
Un día una avispa fue la visitante. Mi vecina tiene en los aleros más altos de su casa, avispas. Y a veces, desde las alturas, bajan en picada y merodean los jardines y también como el colibrí  y la mariposa, se atreven a entrar. Aunque en este caso, no salen tan fácilmente. Pareciera que investigan, buscan, huelen la madera del alero, quizás recordando su propio alero que las cobija, o para mi zozobra, me pregunto si estarán buscando un nuevo nido.
También algo en mi se acelera y me da miedo, su aguijón, su historial de ponzoñosas picaduras de la infancia, y todos los recaudos que hay que tomar o barros que hay que colocar. No me resulta para nada agradable la visita de este habitante. Y enseguida, vienen a mi memoria esos aspectos míos que son a veces así ponzoñosos, picantes, avispados, afilados, y cómo muchas veces me he asustado de ellos, o los he querido combatir para que no estén. Qué hacer? Practicar la espera y la paciencia como con los otros que habían entrado? O salir a combatir? En un momento estuve allí en guardia frente a ella, muñida del insecticida que encontré a mano. Y se me hacía muy patente la fuerza que hacemos para patear esos aspectos que no nos gustan de nosotros o que nos parecen peligrosos. Me reía de mi misma y decidí aplicar la atención. Ver si podía colaborar para que encontrara la salida. Atención paciente hacia mi y hacia ella. Pude observar así la belleza de sus curvas, el estilizado cuerpo que parece pesado para las gráciles alas. Ya no me pareció tan terrible. Su color marrón terroso brillaba con el sol. Le costó encontrar la salida, hubo que ayudar, moviendo una de las hojas de la puerta corrediza, y necesitó más paciencia de mi parte.
Como también quizás necesite con esos "algos" que están ahí para ser atendidos, sobretodo si traen alguna historia dolorosa de la infancia.
Aprecio mucho estos ratos contemplativos que me ha traído enero. Una oportunidad para ser y estar siendo con otros.

artículo publicado en Ecos de tu voz de marzo 2013


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